Hace un par de días contaba las últimas andanzas de José María Aznar, devenido en promotor comercial de su último libro. Hoy me toca hablar de su íntimo enemigo, el también ex presidente del Gobierno Felipe González.
El viejo dinosaurio socialista lleva más de una década jubilado, exactamente desde que en 1997, al año de perder el gobierno, dijo, nada más empezar el congreso del PSOE, que lo dejaba; yo estaba allí, y la cara de pasmo y estupor de la concurrencia era indescriptible. En la misma operación colocó a su albacea Joaquín Almunia al frente de la cosa; fracasó sin paliativos, Josep Borrell mediante. Y luego llegó el actual, ya saben, la figura histórica de la que hablaba Leire Pajín.
A lo que vamos. Felipe González se dedica, entre otras cosas, a tocarle las narices de vez en cuando a la figura histórica (bueno, vale, Zapatero) para recordarle que no le gusta nada lo que está haciendo. Es lo mismo de Aznar con Rajoy, al que cada cierto tiempo le agita el avispero popular con la ayuda de la lideresa y otros.
La última del viejo González viene a cuento de la crisis económica. Dice el ex presidente que si no se hacen bien las cosas España puede tardar doce años en salir de ésta. El análisis no es nada descabellado, tiene sentido y apunta cosas lógicas, aunque quizá la comparación con el caso japonés sea excesiva.
Lo malo para Zapatero es que parece dicho para tirar por tierra las previsiones que esta semana transmitió la vicepresidenta Salgado, a saber, que en 2012 volveremos a crecer por encima del uno por ciento (mira qué casualidad, el año de las próximas elecciones generales, salvo anticipo por mor de la crisis).
En España tenemos un problema para ubicar a los ex presidentes de la democracia. Fallecido Calvo Sotelo y Súarez en silencio por enfermedad, nos quedan Aznar y González, proclives a manifestar lo bueno que fueron ellos y lo que tendría que hacerse ahora. Los norteamericanos nos podrían dar consejos sobre cómo hacer que las viejas donnas política no molesten.
Esta mañana me imagino a ZP mascullando aquello de "cuerpo a tierra que vienen los nuestros".
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