Las declaraciones de Zapatero en la polémica provocada por la difusión de una fotografía de las hijas del presidente en una cena oficial con Obama denota la forma de entender la praxis política que tiene este hombre.
Zapatero está persuadido de que en política se puede hacer o decir cualquier cosa sin que tenga consecuencias. Por ejemplo, digo que ETA está en fase final porque negocio con ella mientras los terroristas están colocando una bomba en el aeropuerto de Barajas; afirmo que España sufrirá una suave desaceleración, pero finalmente reconocemos que atravesamos una crisis del carajo de la vela. Así se escribe la peripecia de este accidente histórico que nos ha tocado sufrir.
Dice El País que en círculos próximos están indignados con lo que ha sucedido. Pues que se tomen una tila o acepten que el presidente no está por encima del bien y del mal, que es un mortal sujeto a los riesgos propios de su cargo.
En realidad, lo que ha sucedido es que, como a todos los inquilinos de La Moncloa, el cargo se le ha subido a la cabeza y se creen con bula para todo. A ello colaboran los medios de comunicación más o menos próximos, que aceptan las cortapisas que se les imponen desde las escaleras del poder.
Pues no, señor presidente, si usted quiere mantener el loable anonimato de sus hijas no pose junto a ellas con el presidente de los Estados Unidos. Finalmente, a usted le ha podido el padrazo que lleva dentro porque ¿cuántas adolescentes españolas tienen una foto con Obama y sus papás?
A ver si con este incidente menor toma conciencia Zapatero de lo que todos sabemos de nuestro mortal devenir: las palabras y los actos pasan factura, incluso a los políticos.
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