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Hipocresía televisiva

A partir de ahora ya no se podrá fumar en los programas de televisión, salvo que sean productos de ficción. Es una de las nuevas restricciones al uso social del cigarrillo. No seré yo quien proteste por ello. Pero una vez más, los legisladores actúan con una particular vara de medir.

A la luz de la nueva legislación, el consumo de cigarrillos no debe ser potenciado por los actores de los medios audiovisuales de comunicación. Ya había sido desterrado de la publicidad; ahora no se admite que una persona fume ante las cámaras. Se pretende evitar una imagen que mueva a la imitación por parte de los receptores.

Pero mientras nuestros políticos se preocupan porque no salga un fumador en la tele, les da lo mismo que la pantalla se llene de personajillos que han dedicado su vida a la exposición de la intimidad de los demás, que basan sus ingresos en especular con las miserias o las penas de otros o de si mismos. Contemplamos estupefactos como se suceden horas y horas de programación basada en el insulto, la vulgaridad y la nadería.

Esos son los valores que transmiten algunas cadenas de televisión sin que los poderes públicos tengan a bien aplicar la ley, o sólo lo hacen de vez en cuando para cubrir las apariencias. Eso sí, que no salga un cigarillo en antena. ¿Saben qué es lo peor? que ahora los políticos también participan en esa basura televisiva.

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