La expropiación de Repsol por parte del gobierno argentino va a tener recorrido. Estamos al principio de una historia que dará mucho juego aquí y allí. Realmente, a mí no me ha sorprendido demasiado. Hace tiempo que pienso que Argentina no tiene remedio. Al igual que España, que tampoco tiene mucho arreglo. Somos como somos y tenemos que aceptarnos porque de eso depende nuestra salud.
Argentina es un país que no pierde ninguna oportunidad de equivocarse. Camina por libre, así en democracia como en dictadura. Se inventó un movimiento político tan peculiar como el peronismo, que no se sabe lo que es, aunque seguro que no es un partido político tal como lo entendemos en Europa. Quizá pueda definirse como un potaje populista de derechas, centro e izquierdas, es decir, que ampara todo el espectro ideológico.
Cuando toman la deriva dictatorial también son innovadores. Montaron en la década de los años setenta un régimen tan siniestro que hizo desaparecer a los que consideraba peligrosos subversivos. Hasta los tiraba al mar desde los aviones militares después de sedarlos. Vuelta la democracia dan lecciones a todo el mundo y pretenden enjuiciar la dictadura franquista.
Ciertamente, son curiosos estos argentinos. En los primeros ochenta, en los estertores de la dictadura, se enzarzaron en una guerra con Gran Bretaña por unas islas que consideran parte del territorio nacional. Los entiendo porque los ingleses llevan 300 años en Gibraltar y no se van ni con aceite hirviendo. Pero lo de los milicos argentinos no fueron formas.
Y sin embargo no puedo dejar de sentir ternura por estos argentinos. Un país que nos regala a Mafalda, a Les Luthiers, a Carlos Gardel, a Ernesto Sábato, a Messi o a Maradona merece estima. Incluso cuando insiste en suicidarse cada quince años, más o menos. De verdad, son enternecedores, sólo ellos son capaces de elegir presidenta a esa señora de negro que gobierna por delegación de un muerto. Bueno, eso ya lo hacía Perón, que gobernaba cobijado bajo el recuerdo de Evita.
Argentina es un país que no pierde ninguna oportunidad de equivocarse. Camina por libre, así en democracia como en dictadura. Se inventó un movimiento político tan peculiar como el peronismo, que no se sabe lo que es, aunque seguro que no es un partido político tal como lo entendemos en Europa. Quizá pueda definirse como un potaje populista de derechas, centro e izquierdas, es decir, que ampara todo el espectro ideológico.
Cuando toman la deriva dictatorial también son innovadores. Montaron en la década de los años setenta un régimen tan siniestro que hizo desaparecer a los que consideraba peligrosos subversivos. Hasta los tiraba al mar desde los aviones militares después de sedarlos. Vuelta la democracia dan lecciones a todo el mundo y pretenden enjuiciar la dictadura franquista.
Ciertamente, son curiosos estos argentinos. En los primeros ochenta, en los estertores de la dictadura, se enzarzaron en una guerra con Gran Bretaña por unas islas que consideran parte del territorio nacional. Los entiendo porque los ingleses llevan 300 años en Gibraltar y no se van ni con aceite hirviendo. Pero lo de los milicos argentinos no fueron formas.
Y sin embargo no puedo dejar de sentir ternura por estos argentinos. Un país que nos regala a Mafalda, a Les Luthiers, a Carlos Gardel, a Ernesto Sábato, a Messi o a Maradona merece estima. Incluso cuando insiste en suicidarse cada quince años, más o menos. De verdad, son enternecedores, sólo ellos son capaces de elegir presidenta a esa señora de negro que gobierna por delegación de un muerto. Bueno, eso ya lo hacía Perón, que gobernaba cobijado bajo el recuerdo de Evita.
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