Las televisiones comerciales se han convertido, creo que muy a pesar de sus trabajadores, en máquinas de vulnerar los códigos profesionales del periodismo. En esta ocasión no toca hablar de la telebasura o de la difusión de contenidos de baja calidad, cuando no directamente tóxicos para el televidente.
Hoy quiero destacar el uso de periodistas para difundir publicidad dentro de los espacios informativos. Es habitual ver como los informadores, generalmente de deportes o del tiempo, publicitan productos antes, durante o después de contar la actualidad o la predicción meteorológica.
Un servidor recuerda cuando en la facultad le explicaban la sagrada diferencia entre la noticia y la publicidad, de tal manera que los transmisores de una y otra tenían que ser sujetos diferentes, especialmente en los informativos.
Ahora eso es una antigualla. Priman las cuentas de resultados. Se asocia la publicidad al informador buscando que el producto se aproveche de la credibilidad o el carisma del periodista, se consigue que el espectador no cambie de canal y se trague el mensaje.
Todo se soluciona colocando en el ángulo superior izquierdo de la pantalla un texto advirtiendo que se emite un mensaje publicitario. Por lo de ahora no se han atrevido con los informadores que presentan noticias de información general, pero todo llegará. Es una muestra más de la degradación profesional a la que nadie parece poner coto ..... y de lo mal que algunos periodistas hacen publicidad. Claro, lo suyo no es eso.
Hace un par de días contaba las últimas andanzas de José María Aznar, devenido en promotor comercial de su último libro. Hoy me toca hablar de su íntimo enemigo, el también ex presidente del Gobierno Felipe González. El viejo dinosaurio socialista lleva más de una década jubilado, exactamente desde que en 1997, al año de perder el gobierno, dijo, nada más empezar el congreso del PSOE, que lo dejaba; yo estaba allí, y la cara de pasmo y estupor de la concurrencia era indescriptible. En la misma operación colocó a su albacea Joaquín Almunia al frente de la cosa; fracasó sin paliativos, Josep Borrell mediante. Y luego llegó el actual, ya saben, la figura histórica de la que hablaba Leire Pajín. A lo que vamos. Felipe González se dedica, entre otras cosas, a tocarle las narices de vez en cuando a la figura histórica (bueno, vale, Zapatero) para recordarle que no le gusta nada lo que está haciendo. Es lo mismo de Aznar con Rajoy, al que cada cierto tiempo le agita el avispero popular con l
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