Desde hace un tiempo proliferan en las columnas de opinión que se preguntan por el papel actual y el futuro inmediato de la izquierda. Normalmente sus autores son personas que se sitúan en esa parte del espectro político. A los de la derecha casi que les da lo mismo, y si no aparece, mejor.
Si nos atenemos a los últimos meses, la izquierda posible en Europa, es decir, la que tiene posibilidades de gobernar, la socialdemocracia, parece que sigue asumiendo el discurso de la demolición del estado del bienestar posterior a la Segunda Guerra Mundial. Los socialistas franceses acaban de anunciar otra nueva vuelta tuerca camino del austericidio, y sus colegas alemanes se dan el pico con Angelita Merkel en el muy ortodoxo gobierno alemán; aportan una patina de política social, pero dejan el collar del perro en la mano de Wolfang Schauble.
Por España aún andan lamiéndose las heridas que les dejó en el cuerpo Zapatero, ese señor tan progresista que se puso hace cuatro años en primera posición de saludo ante los heraldos neoliberales y hasta reformó la Constitución para satanizar el endeudamiento en letras de molde.
Así están las cosas en la socialdemocracia. Oscilando entre hacer política para los ciudadanos o compadrear con las corporaciones económicas y políticas que gobiernan el proceso de regresión en el que estamos embarcados. No se engañen, esto se trata de aguar la democracia y consolidar privilegios.
La izquierda posible anda perdida y la derecha real se afana en su tarea de siempre: utilizar el palo y la zanahoria para hacer más injusta la sociedad. Sucede que ahora prima el palo.
Si nos atenemos a los últimos meses, la izquierda posible en Europa, es decir, la que tiene posibilidades de gobernar, la socialdemocracia, parece que sigue asumiendo el discurso de la demolición del estado del bienestar posterior a la Segunda Guerra Mundial. Los socialistas franceses acaban de anunciar otra nueva vuelta tuerca camino del austericidio, y sus colegas alemanes se dan el pico con Angelita Merkel en el muy ortodoxo gobierno alemán; aportan una patina de política social, pero dejan el collar del perro en la mano de Wolfang Schauble.
Por España aún andan lamiéndose las heridas que les dejó en el cuerpo Zapatero, ese señor tan progresista que se puso hace cuatro años en primera posición de saludo ante los heraldos neoliberales y hasta reformó la Constitución para satanizar el endeudamiento en letras de molde.
Así están las cosas en la socialdemocracia. Oscilando entre hacer política para los ciudadanos o compadrear con las corporaciones económicas y políticas que gobiernan el proceso de regresión en el que estamos embarcados. No se engañen, esto se trata de aguar la democracia y consolidar privilegios.
La izquierda posible anda perdida y la derecha real se afana en su tarea de siempre: utilizar el palo y la zanahoria para hacer más injusta la sociedad. Sucede que ahora prima el palo.
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