El presidente de la Comunidad Valenciana tiene un problema. Camps debe demostrar que él se paga sus trajes. Si no convence al juez se irá para casa por cohecho y dejará en muy mal lugar a Mariano Rajoy.
La estrategia del PP en el llamado caso Gürtel revela los vicios de una clase política que aplica pautas de comportamiento distintas a las que rigen para el común de los mortales. Un político no es inocente mientras no se demuestre lo contrario, es siempre culpable y lo que debe hacer es probar su inocencia. Así lo han querido los partidos, que han fabricado sus propios baremos, de tal manera que en cuanto los cargos electos son citados por la justicia se les demanda la renuncia al puesto.
Esta tolerancia cero funciona bien cuando se aplica a cargos de medio pelo o prescindibles, tipo concejales, alcaldes de poblaciones medianas o pequeñas y diputados de la masa anónima. Cuando el peligro judicial se cierne sobre un peso pesado, la cosa cambia. Y si no, que se le digan a Francisco Camps.
El presidente valenciano está en una situación complicada desde el punto de vista judicial, pero Mariano Rajoy también tiene de qué preocuparse. ¿Aplica la tolerancia cero y le pide a Camps que se vaya?, ¿reconoce que ya no está tan seguro de que su amigo esté totalmente limpio? Si no hubiera hecho permanentes defensas de la honestidad de Camps no estaría tan preso de sus palabras. Ahora, supongo, creo que prefiere sostenella y no enmandalla a la espera de que no se puedan probar las imputaciones; si se demuestran, se cambia el caballo y a otra cosa.
Si los políticos no fueran tan bocazas y mantuvieran el principio de presunción de inocencia, el presidente de Valencia sólo se vería obligado a dimitir si finalmente fuese condenado. No sólo por que se demuestre el cohecho, sino porque ya tendría coña que se dejase sobornar con unos trajes.
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