Cada vez es más divertido escuchar algunas de las tertulias que proliferan en la radio española. A veces parecen más un monólogo a favor o en contra del Gobierno. Los tertulianos sólo están obsesivamente preocupados por lo que pasa en los cenáculos de Madrid, saben de todo y cuando quieren reforzar sus argumentos suelen apoyarse en el calificativo grueso.
Recuerdo que cuando estudié Ciencias de la Información me explicaron los fundamentos del periodismo de opinión; claro que eso fue antes de que las tertulias se convirtieran en un diálogo de sordos y la radio se convirtiera en un campo de batalla político-económico.
La tipología de tertulianos es variopinta: los hay siempre favorables o contrarios al gobierno de turno, especialistas en cualquier tema, prepotentes, faltones, pretendidamente ecuánimes y, éstos son los más peligrosos, los que emiten juicios de intenciones con carácter preventivo.
A esta clase pertenece una periodista que escuché esta mañana en una emisora. Advertía de que el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Valencia es muy amigo de Francisco Camps. De esa manera dejaba caer que podría cometer prevaricación si el proceso judicial en el que está metido el presidente de la Generalitat llega a sus manos.
Su comportamiento profesional es más propio de las tertulias de patio de vecindad que de lo que se espera de una profesional de la comunicación. Está poniendo en almoneda la fama y el prestigio de un magistrado sin que ni siquiera se haya producido el hecho que puede dar lugar a la controversia. Será que al susodicho juez le pasa lo que a los políticos: son culpables mientras no se demuestre lo contrario.
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