Ir al contenido principal

Esperanza Aguirre, el populismo y los profes policías

Se la echaba de menos en este debate. Pero finalmente ha entrado, y como elefante en cacharrería. La inefable Esperanza Aguirre, la presidenta de la Comunidad de Madrid, propone que los profesores adquieran la condición de agentes de la autoridad para controlar a los alumnos díscolos.

Aguirre se ha especializado en decirle a la gente lo que ella cree que le gustaría oír a los ciudadanos; le encanta subirse a la ola de la demagogia y, por ejemplo, negarse a aplicar la Ley Antitabaco para rebañar votos fácilmente. No es original, la historia está repleta de políticos que regalaron los oídos de los votantes y acabaron provocando verdaderos estropicios. Pero bueno, los demagogos y los irresponsables son moneda común en la política española.

Esperanza Aguirre sabe que el problema de la indisciplina se introduce en las aulas desde fuera, es decir, desde las casas y las familias. En ese primer eslabón de la socialización es donde se tienen que educar en valores a los niños, fijar unas normas, corregir actitudes, respaldar la acción de los profesores y controlar sin tiranizar.

Mejor haría Esperanza Aguirre en pedirle a los alcaldes de su región que sean celosos en el cumplimiento de la normativa sobre el botellón, cuando no luchar directamente contra una práctica que amenaza la salud de cientos de miles de jóvenes.

Unos profesores agentes de la autoridad no solucionan un problema que, en realidad, refleja el tipo de sociedad y de educación que se ha patrocinado. La del todo vale, sin ninguna responsabilidad, en definitiva, el progresa adecuadamente, la del hedonismo subvencionado en los botellódromos que socializan, como dijo el alcalde de A Coruña en la universidad.

¿Se imaginan el respeto que les merecerían los profesores-agentes de la autoridad a los pijoborrocas de Pozuelo? Mejor sería que los padres educásemos mejor a nuestros hijos y no traspasásemos nuestras responsabilidades al colegio.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Otra de ex presidentes

Hace un par de días contaba las últimas andanzas de José María Aznar, devenido en promotor comercial de su último libro. Hoy me toca hablar de su íntimo enemigo, el también ex presidente del Gobierno Felipe González. El viejo dinosaurio socialista lleva más de una década jubilado, exactamente desde que en 1997, al año de perder el gobierno, dijo, nada más empezar el congreso del PSOE, que lo dejaba; yo estaba allí, y la cara de pasmo y estupor de la concurrencia era indescriptible. En la misma operación colocó a su albacea Joaquín Almunia al frente de la cosa; fracasó sin paliativos, Josep Borrell mediante. Y luego llegó el actual, ya saben, la figura histórica de la que hablaba Leire Pajín. A lo que vamos. Felipe González se dedica, entre otras cosas, a tocarle las narices de vez en cuando a la figura histórica (bueno, vale, Zapatero) para recordarle que no le gusta nada lo que está haciendo. Es lo mismo de Aznar con Rajoy, al que cada cierto tiempo le agita el avispero popular con l

El equipo médico habitual

Hubo un tiempo en que los españoles seguíamos atentamente las informaciones que facilitaba el llamado "equipo médico habitual". Era un grupo de brillantes especialistas que trataban al por entonces Jefe del Estado, el general Francisco Franco, de las numerosas dolencias que le aquejaban y que lo llevaron a su tumba del Valle de los Caídos en noviembre de 1975. Por aquellos años yo era un ser humano a medio camino entre la niñez y la primera adolescencia, y la verdad, la retahíla de problemas de aquel señor mayor que mandaba por encima de todos me sonaban un tanto lejanos. Lo único que saqué de beneficio fueron tres días sin clase cuando se murió, que casi coincide con mi cumpleaños. Ahora esto del equipo médico habitual parece que vuelve a estar de moda. No son siempre los mismos médicos ni el paciente es tan tenebroso como aquel militarcito que secuestró el poder gracias a un golpe de estado y una guerra civil. Los problemas de salud del Rey Juan Carlos nos devuelven l

Ricos, locos asesinos y currantes.

Todos los días millones de personas nos levantamos con la intención de cumplir con nuestras obligaciones, sean del tipo que sean. Normalmente son hacer nuestro trabajo de la mejor manera posible, ocuparnos de las necesidades de nuestra familia o ser honrados ciudadanos. Y ya es bastante. Una de las primeras cosas que hacemos es echarle un vistazo a la prensa o escuchar la radio. Es saludable y demuestra interés por lo que pasa a nuestro alrededor, pero a veces puede alterarnos el estado de ánimo. Veamos alguna muestra de lo que nos encontramos hoy: Ahí tenemos el enésimo serial de la infanta, el marido de la infanta y los tejemanejes que entre los dos y sus socios se montaron. La mujer prefiere pasar por tonta antes que admitir cualquier grado de responsabilidad en los enjuagues de Noos y otros negocios. Está en su derecho, también en el de no pagar la fianza, pero los ciudadanos también estamos en nuestro derecho de pensar que esto tiene toda la pinta de acabar en una operaci