Es el cuarto ex ministro de Zapatero que manda parar y se baja. Bernat Soria, anterior ministro de Sanidad deja su escaño y vuelve a sus investigaciones. Antes se fueron Jordi Sevilla, César Antonio Molina y Pedro Solbes. Nadie se creyó que sus motivos fueran sólo el interés de cada uno de ellos por sus actividad profesional privada.
La decisión de estos antiguos ministros se ha interpretado como una bofetada a Zapatero, una crítica a la orientación del gobierno, a la gestión del presidente. La oposición se abona a ese argumento porque es el que más le conviene.
Sin embargo, conviene reflexionar sobre un hecho: los cuatro se han ido porque tienen una carrera profesional, un currículum, una profesión que les permite dejar la política. Molina o Soria gozaban de un prestigio profesional anterior a su condición de ministro. Los llamaron y ahora se van porque pueden, porque fuera de la política se pueden ganar la vida sin problemas.
Es lo contrario a los cientos de políticos con mayor o menor poder, cargos electos o dirigentes partidistas, que se enquistan durante décadas en la actividad política; van del Congreso al Senado y viceversa, presidente concellos y diputaciones a lo largo de varias legislaturas, y cuando los relevan se agarran a escaños cual garrapatas, o en el mejor de los casos los envían al dorado y muy bien remunerado exilio del Parlamento Europeo.
Independientemente de que se marcha sea un gesto de protesta o de despecho, saludo a los que tienen la capacidad de poder ganarse la vida sin necesidad de mendigar un escaño, votando como borregos aunque no estén de acuerdo con sus líderes.
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