Los franceses son gente singular. Están convencidos de que son el ombligo del mundo, el colmo del refinamiento, que no eres nadie si alguna vez no has paseado por los Campos Elíseos. Y de vez en cuando tienen ideas o iniciativa sorprendentes ..... o peregrinas, según se mire. Por ejemplo esa de tres colegios de los alrededores de París para primar con dinero el rendimiento de sus alumnos y combatir el absentismo escolar.
Un experimento de estas características ofrece varios planos de análisis. En primer lugar, es un reconocimiento palmario de un fracaso educativo; ya que no conseguimos que los alumnos vengan a clase por el valor intrínseco de la educación, atraigámoslos con dinero.
En segundo lugar, se introduce en la educación la competitividad retribuida; no se pretende saber más para ser mejor persona, para tener una buena base educativa, sino que se incentiva la formación para obtener un beneficio pecuniario inmediato. No se les pide esfuerzo o disciplina para madurar como individuos, se les paga para que se eduquen.
En último término, es una enmienda a la totalidad al sistema educativo francés, a los profesores de estos colegios y a la sociedad en su conjunto, incapaces de ofrecer una educación que forme en valores y conocimientos, y que sea atractiva a unos jóvenes cada vez más irresponsables.
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