No acabo de acostumbrarme. Aunque sólo sea por la formalidad y el tono contenido, prefiero la pública. Me refiero a la información deportiva y a TVE. Este mediodía he caído en los deportes de Antena 3. Lo de menos es la información. Lo que interesa es contar los millones de personas que vieron la carrera de Alonso y, por supuesto, vender la publicidad. Esto último no es malo en si mismo. El problema se produce cuando ambas cosas priman sobre la noticia.
Ciertamente tengo que admitir que una parte sustancial de las características de la información que me enseñaron en la facultad han caducado para la gran parte de las empresas de comunicación. La separación entre la opinión y la información, el contraste de versiones y fuentes, la sacrosanta distinción entre noticia y actualidad, la aversión al adjetivo.... todas piezas de museo para lo que prima en la actualidad.
¿Qué vale hoy en día? Periodistas que me cuentan cómo quedó el Madrid y que luego opinan como forofos, o me venden un crema para el pelo; platós que con una puesta en escena propia de naves espaciales porque lo que se resalta es el envoltorio y no el contenido; una selección de temas basado en sólo en la imagen, soslayando otros criterios; y, por supuesto, se informa preferentemente de aquellos deportes de los que tenemos los derechos de emisión.
Es por ello que me aferro a la televisión pública, aunque tampoco está libre de culpa. Pero por lo menos aún puedo disfrutar de periodistas que no hablan a la carrera a voz en grito. Y, sobre todo, no me venden un jaraba curalotodo mientras me hablan de baloncesto, o construyen una supuesta noticia sobre la nada informativa.
Ciertamente tengo que admitir que una parte sustancial de las características de la información que me enseñaron en la facultad han caducado para la gran parte de las empresas de comunicación. La separación entre la opinión y la información, el contraste de versiones y fuentes, la sacrosanta distinción entre noticia y actualidad, la aversión al adjetivo.... todas piezas de museo para lo que prima en la actualidad.
¿Qué vale hoy en día? Periodistas que me cuentan cómo quedó el Madrid y que luego opinan como forofos, o me venden un crema para el pelo; platós que con una puesta en escena propia de naves espaciales porque lo que se resalta es el envoltorio y no el contenido; una selección de temas basado en sólo en la imagen, soslayando otros criterios; y, por supuesto, se informa preferentemente de aquellos deportes de los que tenemos los derechos de emisión.
Es por ello que me aferro a la televisión pública, aunque tampoco está libre de culpa. Pero por lo menos aún puedo disfrutar de periodistas que no hablan a la carrera a voz en grito. Y, sobre todo, no me venden un jaraba curalotodo mientras me hablan de baloncesto, o construyen una supuesta noticia sobre la nada informativa.
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