Hace años que los periodistas renunciamos a ejercer nuestra tarea frente a los políticos. Es evidente que hablo en términos generales porque existen profesionales capaces de ofrecer información de valor, investigando y jugándose el tipo.
Hemos admitido, por ejemplo, que nos convoquen a una comparecencia de un político para que éste nos lea una "declaración" y no admita preguntas. Es decir, somos meros amanuenses o altavoces de lo que diga el sujeto de turno. Es casi lo mismo que hacemos cuando transcribimos notas de prensa que llegan por correo electrónico a cientos a nuestras redacciones.
El debate entre los candidatos del PP y del PSdeG a la presidencia de la Xunta ofreció otro ejemplo de nuestra falta de profesionalidad. La periodista presente en el plató se limitó a ordenar los tiempos y cortar la palabra cuando uno de los intervinientes excedía el que tenía asignado. Es decir, más que una periodista parecía un ordenanza.
Por supuesto que la periodista no es responsable de esta actuación, se limita a desarrollar una dinámica impuesta por los partidos y aceptada por los responsables de la CRTVG. Pero el resultado es una cara a cara de sordos, en el que cada uno va a colocar su mensaje, un debate preparado sin espacio para que los periodistas puedan modular el cruce de propuestas y análisis.
Una vez más los informadores hemos cedido nuestro espacio de trabajo. Nos hemos olvidado de que nuestros "clientes" son los ciudadanos, no los políticos de cualquier color.
Hemos admitido, por ejemplo, que nos convoquen a una comparecencia de un político para que éste nos lea una "declaración" y no admita preguntas. Es decir, somos meros amanuenses o altavoces de lo que diga el sujeto de turno. Es casi lo mismo que hacemos cuando transcribimos notas de prensa que llegan por correo electrónico a cientos a nuestras redacciones.
El debate entre los candidatos del PP y del PSdeG a la presidencia de la Xunta ofreció otro ejemplo de nuestra falta de profesionalidad. La periodista presente en el plató se limitó a ordenar los tiempos y cortar la palabra cuando uno de los intervinientes excedía el que tenía asignado. Es decir, más que una periodista parecía un ordenanza.
Por supuesto que la periodista no es responsable de esta actuación, se limita a desarrollar una dinámica impuesta por los partidos y aceptada por los responsables de la CRTVG. Pero el resultado es una cara a cara de sordos, en el que cada uno va a colocar su mensaje, un debate preparado sin espacio para que los periodistas puedan modular el cruce de propuestas y análisis.
Una vez más los informadores hemos cedido nuestro espacio de trabajo. Nos hemos olvidado de que nuestros "clientes" son los ciudadanos, no los políticos de cualquier color.
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