Hace un par de semanas una persona creó en Facebook un grupo con el objetivo de poner en contacto a jóvenes que en los primeros años ochenta se reunían para celebrar pascuas juveniles en Semana Santa. Ese grupo se llamaba Caminando, y creo que sigue existiendo.
Las caras que se ven en las fotos que se han colgado en el muro son la antítesis del tiempo que vivimos ahora. Jóvenes alegres, riéndose, haciendo bromas. Su disposición es la de las personas que tienen toda la vida por delante, dispuestos a labrar su propio futuro.
De algunos de ellos he ido sabiendo sus peripecias vitales, de otros me voy enterando. Pero al mirar esas caras que ahora salen del desván de mi memoria más entrañable me pregunto qué habrá sido de ellos en este pozo al que nos han llevado, o nos hemos dejado llevar. ¿Habrán perdido su trabajo? ¿habrán sufrido un expediente de regulación de empleo?¿se habrá quedado alguno o alguna sin su piso por mor de las deudas bancarias?
Aquellos jóvenes de hace treinta años rondamos ahora los cincuenta. Nuestros mayores pelearon para que viviéramos mejor que ellos, con un futuro mejor. Ellos no fracasaron en el intento, pero nosotros hemos iniciado un camino de regresión que hará la vida de nuestros hijos más complicada que la nuestra.
Vuelvo la vista a esas viejas fotos y veo la luz de la juventud de hace 30 años. Miro las fotos de los jóvenes de hoy en día y descubro las sombras del desánimo y la desilusión. Confío en que ajusten cuentas con quienes les están robando el futuro. A nosotros al menos nos dieron un tiempo de esperanza en el que nos dejaron disfrutar de las migajas del sistema.
Quizá nuestro último trabajo histórico sea hacerles ver a los jóvenes que no están condenados a vivir aplastados por los líderes de la injusticia, por esos señores y señoras de negro que desde despachos acristalados han decretado que deben trabajar más por menos y en peores condiciones. En su mano está rebelarse contra el pensamiento reaccionario que impera.
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