Este fin de semana he leído el libro crepuscular de Iñaki Gabilondo, "El fin de una época". Digo crepuscular porque el propio Iñaki lo presenta como una reflexión sobre la profesión, los periodistas y su propia trayectoria al final del camino. Es evidente que la biografía de Gabilondo da para mucho más que un libro de 169 páginas que se lee de un tirón. Aún debe entregarnos unas memorias apasionantes sobre un protagonista de la información de los últimos 30 años.
El libro cumple las expectativas si nos lo tomamos como una reflexión personal sobre el periodismo y sus problemas. Todo lo que dice sería suscrito por cualquiera que conozca esta profesión. Lo que sucede es que,por ejemplo, las críticas que se hacen a las maneras en que los informadores son maleados por las empresas, muchas veces con la complicidad de las víctimas, sorprenden algo en un periodista muy identificado con la empresa para la que ha trabajado toda su vida.
Iñaki pone por encima de todo al destinatario de la noticia, al público que la recibe, y le pide al informador que tenga como único norte saber lo que le preocupa a su lector/oyente/espectador. Describe la industrialización de la información como una forma de desvirtuar el oficio. Se percibe en el libro un poso de amargura por la forma en que dejó la actividad diaria. Y recuerda a sus enemigos profesionales, con Jiménez Losantos a la cabeza.
El libro es una reinvindicación del periodista como servidor de la sociedad, un profesional con ideología pero con la permanente tensión de contar honestamente lo que ve y conoce. Es, en definitiva, un canto al verdadero profesional, ese que no suelen querer las empresas.
El libro cumple las expectativas si nos lo tomamos como una reflexión personal sobre el periodismo y sus problemas. Todo lo que dice sería suscrito por cualquiera que conozca esta profesión. Lo que sucede es que,por ejemplo, las críticas que se hacen a las maneras en que los informadores son maleados por las empresas, muchas veces con la complicidad de las víctimas, sorprenden algo en un periodista muy identificado con la empresa para la que ha trabajado toda su vida.
Iñaki pone por encima de todo al destinatario de la noticia, al público que la recibe, y le pide al informador que tenga como único norte saber lo que le preocupa a su lector/oyente/espectador. Describe la industrialización de la información como una forma de desvirtuar el oficio. Se percibe en el libro un poso de amargura por la forma en que dejó la actividad diaria. Y recuerda a sus enemigos profesionales, con Jiménez Losantos a la cabeza.
El libro es una reinvindicación del periodista como servidor de la sociedad, un profesional con ideología pero con la permanente tensión de contar honestamente lo que ve y conoce. Es, en definitiva, un canto al verdadero profesional, ese que no suelen querer las empresas.
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