Ya han pasado dos meses desde las elecciones generales y un mes desde que Mariano Rajoy asumió la presidencia del Gobierno. El tiempo transcurre lentamente en el calendario, pero los acontecimientos económicos, los sucedidos y los previstos, van a una velocidad distinta. En estos sesenta días largos nos han subido las pensiones el uno por ciento; se ha "recongelado" el sueldo de los empleados públicos; se ha subido el IRPF, con lo cual todos los trabajadores vamos a cobrar menos, en flagrante contradicción con las promesas electorales; hemos alcanzado los 5.200.000 parados largos (¡santo Dios!) y, en resumen, la supervicepresidenta nos ha anunciado que esto sólo es el "inicio del inicio". Así que nos podemos ir preparando. El copago sanitario también está a la vuelta de la esquina.
Ítem más: la reforma laboral está peinándose; los presupuestos en el congelador hasta ver qué pasa en las elecciones andaluzas, no vaya a ser que si aplicamos los recortes anunciados se nos alborote el gallinero electoral; las agencias de calificación nos siguen zurrando de lo lindo en nuestra deuda soberana, que por otra parte se está vendiendo bien; Rajoy le hace la rosca descaradamente a Merkel mientras cada vez son más numerosas las voces que advierten de que tanta "consolidación fiscal" y recorte del gasto público nos van a meter en una recesión del carajo de la vela (perdonen la expresión, pero es castellano puro); los ministros ya asumen que con una caída del 1,5% del PIB no se podrá poner el déficit de las administraciones en un 4,4% a fin de año. ¿Y los bancos? Ellos a lo suyo, a meter en deuda pública el dinero que les dan los políticos para sanearse y prestar a los ciudadanos.
Perdonen si les he pintado un panorama un tanto desolador. Es fruto de una cierta irritación. La que siento, por ejemplo, cuando veo como nuestros gobernantes corren a poner medallas y consolar a los familiares de esos tres policías que dieron su vida en una playa de A Coruña por salvar a un semejante. A ellos también les bajaron el sueldo hace casi dos años y es probable que se lo volvieran a bajar de nuevo si hubiesen vivido en los próximos meses. Son los "sacrificios" que nos imponen los políticos esclavos de los mercados a sus súbditos, que no ciudadanos. Mientras tanto, ¿han oído hablar ustedes de la reforma integral de la administración para racionalizar sus costes?, ¿o de la prohibición de los asesores contratados a dedo por tanto cargo público de medio pelo? No, verdad. Discúlpenme si les parezco un poco demagogo, pero es que estoy harto de que entren en mi bolsillo sin permiso.
Ítem más: la reforma laboral está peinándose; los presupuestos en el congelador hasta ver qué pasa en las elecciones andaluzas, no vaya a ser que si aplicamos los recortes anunciados se nos alborote el gallinero electoral; las agencias de calificación nos siguen zurrando de lo lindo en nuestra deuda soberana, que por otra parte se está vendiendo bien; Rajoy le hace la rosca descaradamente a Merkel mientras cada vez son más numerosas las voces que advierten de que tanta "consolidación fiscal" y recorte del gasto público nos van a meter en una recesión del carajo de la vela (perdonen la expresión, pero es castellano puro); los ministros ya asumen que con una caída del 1,5% del PIB no se podrá poner el déficit de las administraciones en un 4,4% a fin de año. ¿Y los bancos? Ellos a lo suyo, a meter en deuda pública el dinero que les dan los políticos para sanearse y prestar a los ciudadanos.
Perdonen si les he pintado un panorama un tanto desolador. Es fruto de una cierta irritación. La que siento, por ejemplo, cuando veo como nuestros gobernantes corren a poner medallas y consolar a los familiares de esos tres policías que dieron su vida en una playa de A Coruña por salvar a un semejante. A ellos también les bajaron el sueldo hace casi dos años y es probable que se lo volvieran a bajar de nuevo si hubiesen vivido en los próximos meses. Son los "sacrificios" que nos imponen los políticos esclavos de los mercados a sus súbditos, que no ciudadanos. Mientras tanto, ¿han oído hablar ustedes de la reforma integral de la administración para racionalizar sus costes?, ¿o de la prohibición de los asesores contratados a dedo por tanto cargo público de medio pelo? No, verdad. Discúlpenme si les parezco un poco demagogo, pero es que estoy harto de que entren en mi bolsillo sin permiso.
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