El Diccionario de la Real Academia incluye esta acepción para la palabra estupefaciente: sustancia que hace perder la sensibilidad. Creo honestamente que es una definición que le viene como anillo al dedo al tipo de periodismo que prolifera hoy en día en España. Es un periodismo que insensibiliza al ciudadano ante los problemas reales de la sociedad y las políticas que están destruyendo la forma de vida y trabajo tal como se han construido en los últimos sesenta años.
Es un periodismo basado en la banalización de la realidad, que destaca los aspectos más sórdidos de la convivencia humana, que coloca los focos en lo intrascendente y alimenta la curiosidad morbosa.
Esta epidemia ya viene de unos años atrás. Comenzó en las televisiones y se ha extendido como una metástasis hacia otros ámbitos del periodismo y la comunicación informativa en general. Toma forma en los programas que airean la vida privada de presuntos famosos, en debates presuntamente de análisis en los que ni se debate ni se analiza o en las páginas de periódicos que dedican días y días dos o tres páginas a asesinatos, secuestros o accidentes más o menos terribles.
El periodismo y sus profesionales atravesamos momentos turbulentos, y no solo por la crisis económica. Quizá todo se resume en que lo que vale es contar buenas historias, no tanto en alicatarlas con tido tipo de dibujos, enlaces interactivos y demás arquitecturas.
Es un periodismo basado en la banalización de la realidad, que destaca los aspectos más sórdidos de la convivencia humana, que coloca los focos en lo intrascendente y alimenta la curiosidad morbosa.
Esta epidemia ya viene de unos años atrás. Comenzó en las televisiones y se ha extendido como una metástasis hacia otros ámbitos del periodismo y la comunicación informativa en general. Toma forma en los programas que airean la vida privada de presuntos famosos, en debates presuntamente de análisis en los que ni se debate ni se analiza o en las páginas de periódicos que dedican días y días dos o tres páginas a asesinatos, secuestros o accidentes más o menos terribles.
El periodismo y sus profesionales atravesamos momentos turbulentos, y no solo por la crisis económica. Quizá todo se resume en que lo que vale es contar buenas historias, no tanto en alicatarlas con tido tipo de dibujos, enlaces interactivos y demás arquitecturas.
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