Alguien, en algún momento, le susurro al oído del posmoderno presidente de la Xunta que sería una buena idea dar la Medalla de Oro de Galicia a las víctimas del accidente del Alvia ocurrido hace un año en Santiago, y a los vecinos que acudieron en su ayuda.
A simple vista parece una decisión loable para reconocer a los dos grandes protagonistas de ese luctuoso suceso. Sólo a simple vista. La realidad es que el partido al que pertenece el presidente de la Xunta, el PP, lleva un año uniendo sus votos con el PSOE para evitar que sea cree una comisión parlamentaria de investigación. Y en los tribunales ambos partidos se afanan para que el conductor cargue con todos los muertos, nunca mejor dicho. Nada de investigar por qué se limitaron las medidas de seguridad en la curva, nada de dirimir en qué nivel se paró la advertencia de los maquinistas sobre la peligrosidad de ese trazado, de eso y de otras preguntas molestas, nada de nada.
Hay que echar tierra sobre lo que pasó y ponerle una bonita corona encima, es decir, una medalla de oro.
A simple vista parece una decisión loable para reconocer a los dos grandes protagonistas de ese luctuoso suceso. Sólo a simple vista. La realidad es que el partido al que pertenece el presidente de la Xunta, el PP, lleva un año uniendo sus votos con el PSOE para evitar que sea cree una comisión parlamentaria de investigación. Y en los tribunales ambos partidos se afanan para que el conductor cargue con todos los muertos, nunca mejor dicho. Nada de investigar por qué se limitaron las medidas de seguridad en la curva, nada de dirimir en qué nivel se paró la advertencia de los maquinistas sobre la peligrosidad de ese trazado, de eso y de otras preguntas molestas, nada de nada.
Hay que echar tierra sobre lo que pasó y ponerle una bonita corona encima, es decir, una medalla de oro.
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