Un nuevo drama en el mar que separa Europa de África. Más muertes anónimas. Al mismo tiempo, por tierra, no cesan los intentos de entrar en la "tierra prometida". Es probable que haya gente que piense que se trata de resistir elevando muros cada vez más altos. Craso error.
Esos hombres y mujeres que se juegan la vida para alcanzar la opulenta Europa están impulsados por la desesperación y la certeza de que su futuro, en su tierra, es pobreza y opresión. Frente a ello de nada sirven las cuchillas o las pelotas de goma.
El papa Francisco lo ha expresado certeramente en su carta apostólica "La Alegría del Evangelio". Leamos:
"Cuando la sociedad —local, nacional o mundial— abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad. Esto no sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y económico es injusto en su raíz. Así como el bien tiende a comunicarse, el mal consentido, que es la injusticia, tiende a expandir su potencia dañina y a socavar silenciosamente las bases de cualquier sistema político y social por más sólido que parezca. Si cada acción tiene consecuencias, un mal enquistado en las estructuras de una sociedad tiene siempre un potencial de disolución y de muerte. Es el mal cristalizado en estructuras sociales injustas, a partir del cual no puede esperarse un futuro mejor. Estamos lejos del llamado «fin de la historia», ya que las condiciones de un desarrollo sostenible y en paz todavía no están adecuadamente planteadas y realizadas".
Es decir, mientras no se aborden de raíz las causas de la injusticia no habrá solución. Seguirán llegando por millares y nosotros gastando por cientos en fortificar nuestro castillo.
Esos hombres y mujeres que se juegan la vida para alcanzar la opulenta Europa están impulsados por la desesperación y la certeza de que su futuro, en su tierra, es pobreza y opresión. Frente a ello de nada sirven las cuchillas o las pelotas de goma.
El papa Francisco lo ha expresado certeramente en su carta apostólica "La Alegría del Evangelio". Leamos:
"Cuando la sociedad —local, nacional o mundial— abandona en la periferia una parte de sí misma, no habrá programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan asegurar indefinidamente la tranquilidad. Esto no sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y económico es injusto en su raíz. Así como el bien tiende a comunicarse, el mal consentido, que es la injusticia, tiende a expandir su potencia dañina y a socavar silenciosamente las bases de cualquier sistema político y social por más sólido que parezca. Si cada acción tiene consecuencias, un mal enquistado en las estructuras de una sociedad tiene siempre un potencial de disolución y de muerte. Es el mal cristalizado en estructuras sociales injustas, a partir del cual no puede esperarse un futuro mejor. Estamos lejos del llamado «fin de la historia», ya que las condiciones de un desarrollo sostenible y en paz todavía no están adecuadamente planteadas y realizadas".
Es decir, mientras no se aborden de raíz las causas de la injusticia no habrá solución. Seguirán llegando por millares y nosotros gastando por cientos en fortificar nuestro castillo.
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