Hace catorce años y medio que soy profesor universitario. Durante otros veinte trabajé como periodista. Incluso durante cuatro simultaneé ambas actividades. Por eso a veces digo, con un punto de provocación hacia mis interlocutores, que no soy profesor universitario, que soy un periodista en stand by.
Me gusta analizar la universidad desde una posición que pretende ser la de un observador más o menos neutral. No sé si lo consigo, pero al menos es mi intención. El obstáculo para ello es que cuando el pretendido observador está dentro de las tripas de la máquina se hace complicado guardar la debida neutralidad.
Mi experiencia es que a la universidad española se le puede aplicar aquello de que "entre todos la mataron y ella sola se murió". Es decir, que los de dentro y los de fuera hacen cosas que la llevan de un sitio para otro, haciendo que crujan las cuadernas de un navío en el que hay tripulantes preparados para hacer las cosas mejor.
Esto es lo que hacemos desde dentro:
1.- Gobernamos la institución con criterios partidistas, es decir, a los míos les doy todo lo que puedo y a los demás ni agua o lo mínimo imprescindible.
2.- Hacemos de mangas capirotes con la abundante normativa que autoelaboramos; tomamos decisiones olvidándonos de los estudiantes, salvo para darles siempre la razón incluso cuando no la tienen.
3.- Elaboramos los planes de estudio en función de los intereses de los grupos más o menos instituidos que existen.
4.- Consideramos que las asignaturas las pueden impartir los que saben de ellas ....y los que no, también.
5.- Una vez que somos catedráticos, ya sabemos lo que hay que hacer para reformar un sistema en el que hemos escalado todos sus peldaños con maestría y aprovechándonos de sus triquiñuelas.
6.- Pretendemos que un profesor dé clase, investigue, transfiera conocimientos a la sociedad ... y haga tareas administrativas, forme parte de comisiones, informe a los alumnos sobre procesos administrativos, participe en campañas de difusión de títulos, coordine titulaciones, etc ....
7.- Criticamos a los políticos porque ahogan financieramente la universidad, pero aceptamos mansamente sus dictados y los aplicamos con ahínco.
Con ayuda de los de fuera, es decir, de los políticos:
1.- Convertimos la universidad en una FP avanzada o un bachillerato cualificado.
2.- Diseñamos unos planes de estudio que jibarizan el conocimiento en cápsulas cuatrimestrales.
3.- Constreñimos lo cuadros de profesores atendiendo exclusivamente a criterios económicos, con desprecio del alumno y del profesor.
4.- Aceptamos que los alumnos adquieran una formación instrumental, saber hacer, relegando la formación intelectual, el amueblamiento del coco, a la iniciativa personal del estudiante o del profesor de turno.
5.- Elaboramos mapas de titulaciones que quintuplican carreras o crean universidades y campus clónicos, donde todos imparten lo mismo o parecido.
5.- Elaboramos mapas de titulaciones que quintuplican carreras o crean universidades y campus clónicos, donde todos imparten lo mismo o parecido.
¿Y qué hacen los políticos con la universidad en estos tiempos?
1.- Vulneran un día sí y otro también la sacrosanta autonomía universitaria.
2.- Diseñan y aplican reformas cada cuatro años que impiden estabilizar el modelo de educación superior.
3.- Reducen las becas poniendo en peligro el acceso de los alumnos con menos recursos.
4.- Fijan criterios de viabilidad de las universidades públicas mientras autorizan universidades privadas de dudosa calidad.
5.- Desprestigian la universidad pública con el fin de justificar los recortes que aplican sin miramientos.
6.- Reducen y eliminan las convocatorias públicas de programas de investigación, con lo cual se dificulta la transferencia de conocimiento y el progreso profesional del profesorado.
Pero no imputemos solo a los políticos los males de la universidad. En este carajal estamos implicados todos porque todos tenemos un grado de responsabilidad.
6.- Reducen y eliminan las convocatorias públicas de programas de investigación, con lo cual se dificulta la transferencia de conocimiento y el progreso profesional del profesorado.
Pero no imputemos solo a los políticos los males de la universidad. En este carajal estamos implicados todos porque todos tenemos un grado de responsabilidad.
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