La Xunta anda pensándose si reforma la legislación sobre la gratuidad de los libros de textos en la enseñanza. Parece que el gratis total podría acabarse y sólo se entregarían libros escolares sin coste a las rentas medias y bajas.
Dicho así, parece una medida razonable, aunque no debemos olvidar una parte del debate que dio origen a la norma de gratuidad total: si la educación es un derecho garantizado por el Estado, ¿no tiene éste que sufragar también los materiales que hacen posible ese derecho?
En Galicia, el fenecido gobierno bipartido resolvió la cuestión estableciendo que los libros eran gratis y que se prestaban un año a los alumnos, es decir, se pasaban de unos a otros. Fue una opción que no gustó a las editoriales, que los preferían nuevos cada curso para vender más.
El caso es que ahora podría discriminarse por rentas. Mi temor es que no sé exactamente dónde va a situar la Xunta el listón de las rentas medias. Yo tengo una ideade lo que es una renta media, pero con demasiada frecuencia mi punto de vista no coincide con el del ministro de Economía o con el del presidente gallego de turno.
Creo que las rentas medias son esas que nunca se benefician de las rebajas fiscales, que soportan el incremento de los impuestos indirectos, que las pasan negras para pagar la hipoteca cuando vienen mal dadas, que se hacen cargo del abuelo porque su renta media no les permite tenerlo en una residencia o las que miran con pavor el momento en que tendrán que pagar el impuesto de sucesiones.
Las rentas medias son la estructura que soporta el entramado del Estado del Bienestar, la víctimas habituales de la rapiña fiscal en épocas de vacas flacas. A las rentas altas les da igual lo que cueste el tabaco o los libros de texto porque están a otra cosa.
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