Acabo de terminar de leer un libro sobre cómo la campaña presidencial de Barack Obama se sirvió de las nuevas tecnologías de la información a través de Internet para construir su proceso electoral. Está escrito por Diego Beas, un especialista mexicano en nuevos medios y su impacto en la gobernación. A pesar de que dedica mucho espacio a explicar la forma en que el equipo del candidato estableció una tupida red de apoyos y financiación popular a través de Internet, hay otra parte sumamente interesante: cómo las redes sociales cibernéticas pueden transformar la acción de la administración y de los gobernantes.
Leyendo los ejemplos actuales y las prospectivas de Diego Beas nos podemos dar cuenta de lo mucho que queda por hacer y del desconocimiento que nuestros gobernantes, los de España, tienen sobre el cambio que supone Internet en sus canales de relación con los ciudadanos. Desde el punto de vista de la e e-administración que no acaba de cuajar por distintas razones, que van desde el uso de sistemas operativos en exclusiva, la excesiva rigidez de los sistemas de verificación o, por qué no decirlo, la desconfianza del ciudadano a difundir documentos privados a través de la red.
Por lo que respecta a la nueva esfera de actuación y relación de los políticos con los ciudadanos que propone Internet, en España andamos por las páginas web, los blogs de iniciativa particular, perfiles en Facebook y poco más. Las campañas electorales que se avecinan, especialmente la de las próximas generales, servirán para comprobar si la "experiencia Obama" se aplica en nuestro país. Veremos si los simpatizantes se convierten en publicistas del candidato, o si se conforma una masa de contactos electrónicos para hacer llegar de forma individualizada las propuestas partidistas. En los próximos meses comprobaremos si nuestros políticos sacaron consecuencias de la campaña cibernética contra la "Ley Sinde"; ahí ya sufrieron en sus propias carnes las potenciales de la praxis de participación y difusión de la red.
Leyendo los ejemplos actuales y las prospectivas de Diego Beas nos podemos dar cuenta de lo mucho que queda por hacer y del desconocimiento que nuestros gobernantes, los de España, tienen sobre el cambio que supone Internet en sus canales de relación con los ciudadanos. Desde el punto de vista de la e e-administración que no acaba de cuajar por distintas razones, que van desde el uso de sistemas operativos en exclusiva, la excesiva rigidez de los sistemas de verificación o, por qué no decirlo, la desconfianza del ciudadano a difundir documentos privados a través de la red.
Por lo que respecta a la nueva esfera de actuación y relación de los políticos con los ciudadanos que propone Internet, en España andamos por las páginas web, los blogs de iniciativa particular, perfiles en Facebook y poco más. Las campañas electorales que se avecinan, especialmente la de las próximas generales, servirán para comprobar si la "experiencia Obama" se aplica en nuestro país. Veremos si los simpatizantes se convierten en publicistas del candidato, o si se conforma una masa de contactos electrónicos para hacer llegar de forma individualizada las propuestas partidistas. En los próximos meses comprobaremos si nuestros políticos sacaron consecuencias de la campaña cibernética contra la "Ley Sinde"; ahí ya sufrieron en sus propias carnes las potenciales de la praxis de participación y difusión de la red.
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