A lo que se ve, el Partido Popular le ha declarado la guerra a las televisiones públicas. No sé si Mariano Rajoy personalmente o por influencia de sus asesores. En todo caso, es sorprendente este cambio de postura, porque hasta ahora los conservadores se han servido muy bien de las teles que controlaban, así a nivel estatal como en las comunidades que gobiernan o han gobernado. Imaginen lo que Aznar y Fraga le podrían contar a Mariano sobre la forma en que se controla e instrumentaliza una televisión pública.
En los tiempos de crisis que corren, los medios de comunicación públicos tienen mala prensa. Justo cuando la TVE es líder de audiencia, depurada de "telebasura" y sin publicidad, la derecha más rancia, los apóstoles del ultraliberalismo y los lobistas de las televisiones comerciales han colocado la mira del rifle sobre la tele pública, y parece que no van a parar hasta convertirla en un medio testimonial, y así quedarse con todo el pastel de la audiencia, como hicieron con la publicidad.
El principal problema es la mercancía que ofrecen las televisiones privadas. La dieta a que nos someten está compuesta de productos de baja calidad, cuando no directamente pestilentes. Ciertamente hay cosas estimables, pero la foto de conjunto es desoladora, agravada en cantidad por la proliferación de teles gracias a la TDT. En este erial catódico es imprescindible una televisión pública de calidad, independiente, instrumento de apoyo a la industria audiovisual, en definitiva, que cubra los estándares de calidad nunca satisfechos por las privadas.
El futuro tiene espacio para todas las televisiones, para las que se orientan exclusivamente por criterios de rentabilidad económica y para las que, como las gestionadas directamente por el estado, deben mirar a la promoción de los intereses y valores que informan una sociedad libre, culta y desarrollada.
En los tiempos de crisis que corren, los medios de comunicación públicos tienen mala prensa. Justo cuando la TVE es líder de audiencia, depurada de "telebasura" y sin publicidad, la derecha más rancia, los apóstoles del ultraliberalismo y los lobistas de las televisiones comerciales han colocado la mira del rifle sobre la tele pública, y parece que no van a parar hasta convertirla en un medio testimonial, y así quedarse con todo el pastel de la audiencia, como hicieron con la publicidad.
El principal problema es la mercancía que ofrecen las televisiones privadas. La dieta a que nos someten está compuesta de productos de baja calidad, cuando no directamente pestilentes. Ciertamente hay cosas estimables, pero la foto de conjunto es desoladora, agravada en cantidad por la proliferación de teles gracias a la TDT. En este erial catódico es imprescindible una televisión pública de calidad, independiente, instrumento de apoyo a la industria audiovisual, en definitiva, que cubra los estándares de calidad nunca satisfechos por las privadas.
El futuro tiene espacio para todas las televisiones, para las que se orientan exclusivamente por criterios de rentabilidad económica y para las que, como las gestionadas directamente por el estado, deben mirar a la promoción de los intereses y valores que informan una sociedad libre, culta y desarrollada.
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