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LA ESCUELA DEL FÚTBOL

El pasado sábado acudí al estadio de Riazor para presenciar el partido entre el Deportivo y el Real Madrid. La verdad, hubiera preferido quedarme en casa, viendo esporádicamente el encuentro en uno de los "zapeos" habituales; pero no, tuve que ir al campo porque mi hijo no admitió la negociación que le propuse. Hace ya demasiados años que perdí la ilusión por visitar cada quince días Riazor, quizá porque empecé a ir cuando tenía nueve, y ahora me acerco al medio siglo.

Aunque bien pensado, es posible que mi creciente distanciamiento del fútbol tenga más que ver con todo lo que rodea a este espectáculo, en sí mismo fascinante por varias razones. Por ejemplo,los espectadores de este deporte se han convertido en potenciales violentos, que no pueden introducir en el recinto ni una botella de agua, a lo que en algunos casos se les cachea o se les mira con aprehensión.

Claro que escuchando lo que se dice y se grita en la grada no está de mas tomar ciertas precauciones. Insultos mentando a la madre los jugadores rivales, del árbitro o del entrenador visitante, deseos de que tal o cual oponente se mueran, imprecaciones a los vecinos (en nuestro caso, los vigueses), apología del alcohol, en definitiva, violencia verbal variada que desvela una latente intención de liquidar al rival.

Eso es lo que escucha un adolescente de trece años en una grada de un estadio. Añoro los tiempos en que sólo se gritaba aquello de ¡A la vi, a la va .....! Éramos poco originales, pero menos groseros y violentos. Para otro día dejo el "espectáculo" de las tertulias de deportes que pueblan la TDT.

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