Los periodistas hace tiempo que nos gusta preguntarle a la gente quién cree que ha ganado los grandes debates que se celebran en el Parlamento. En una sociedad en la que la competición parece ser consustancial a cualquier actividad nos parece importante saber quién ha sido más hábil o se ha impuesto dialécticamente.
Ya sabíamos que esto en realidad no tiene mucha importancia. Hay múltiples casos en los que un político ha salido triunfador de un debate parlamentario y el balance de su gestión ha sido nefasto. Pasó con Zapatero y está pasando con Rajoy. Hay muchas circunstancia que inciden en el resultado final de un debate: la preparación anterior, las habilidades oratorias y retóricas de los intervinientes, el reglamento, los datos que se maneja, etc... El resultado sólo es la foto fija de un momento determinado, no tiene otro valor.
Viene esto a cuenta de que parece que Rajoy le ganó a Rubalcaba el debate sobre el Estado de la Nación. Bueno, pues vale. También es significativo el alto porcentaje de encuestados que afirman que no les convenció ninguno de los dos. Habrá ganado Rajoy, pero ¿qué valor tiene eso en un político que ha hecho de la transgresión de su programa electoral su marca distintiva? Pudo estar más feliz, afortunado o hábil ese día, pero sigue siendo responsable de unas políticas que nos encaminan al 27% de tasa de paro o al general empobrecimiento de los españoles. Pírrica victoria para los mediocres obedientes.
Ya sabíamos que esto en realidad no tiene mucha importancia. Hay múltiples casos en los que un político ha salido triunfador de un debate parlamentario y el balance de su gestión ha sido nefasto. Pasó con Zapatero y está pasando con Rajoy. Hay muchas circunstancia que inciden en el resultado final de un debate: la preparación anterior, las habilidades oratorias y retóricas de los intervinientes, el reglamento, los datos que se maneja, etc... El resultado sólo es la foto fija de un momento determinado, no tiene otro valor.
Viene esto a cuenta de que parece que Rajoy le ganó a Rubalcaba el debate sobre el Estado de la Nación. Bueno, pues vale. También es significativo el alto porcentaje de encuestados que afirman que no les convenció ninguno de los dos. Habrá ganado Rajoy, pero ¿qué valor tiene eso en un político que ha hecho de la transgresión de su programa electoral su marca distintiva? Pudo estar más feliz, afortunado o hábil ese día, pero sigue siendo responsable de unas políticas que nos encaminan al 27% de tasa de paro o al general empobrecimiento de los españoles. Pírrica victoria para los mediocres obedientes.
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