El gobierno está dispuesto a forzar la máquina en su lucha por imponer la visión "Sinde" del mundo digital. Ciertamente, la ministra no engaña; llegó al puesto con una visión peyorativa del espacio digital, para ella esa área indefinida poblada por máquinas y personas dispuestas a arruinar a las todopoderosas redes de distribución de contenidos.
Lo peor de la ya conocida como "Ley Sinde" es que pretende actuar por vía judicial sumarísima, tal si fuera uno de los tribunales de orden público con los que el régimen del dictador de Ferrol trataba de meter en vereda a los díscolos. Por si esto no fuera poco, demuestra que la ministra y sus asesores han sido incapaces de plantear el problema de fondo: la razón de que los internautas se entreguen con fruición a la descarga gratuita de contenidas.
La ministra y las mentes analógicas que la rodean son incapaces de reflexionar sobre los puntos fundamentales del debate: las barreras de entrada a la red, la persistencia de modelos de negocio anticuados, la incapacidad de la industria y de los creadores para adaptarse al imperio digital.
Mejor les iría si se impusieran como tarea fomentar la explotación de los contenidos según los cánones que marca el negocio digital. Desde luego, las industria no va a conseguir nada si pretende seguir ganando dinero de la misma forma que hace treinta años, es decir, actuando con átomos y no con bytes. Ni siquiera les va a ayudar la ministra de Cultura, integrante de un gobierno tan moderno y "progre", pero tan anticuado en su propuesta para hacer de Internet un espacio de negocio en el que todos ganen. Que se lean La Larga Cola, el libro de Chris Anderson que explica cómo se puede ganar dinero en esta selva digital.
Lo peor de la ya conocida como "Ley Sinde" es que pretende actuar por vía judicial sumarísima, tal si fuera uno de los tribunales de orden público con los que el régimen del dictador de Ferrol trataba de meter en vereda a los díscolos. Por si esto no fuera poco, demuestra que la ministra y sus asesores han sido incapaces de plantear el problema de fondo: la razón de que los internautas se entreguen con fruición a la descarga gratuita de contenidas.
La ministra y las mentes analógicas que la rodean son incapaces de reflexionar sobre los puntos fundamentales del debate: las barreras de entrada a la red, la persistencia de modelos de negocio anticuados, la incapacidad de la industria y de los creadores para adaptarse al imperio digital.
Mejor les iría si se impusieran como tarea fomentar la explotación de los contenidos según los cánones que marca el negocio digital. Desde luego, las industria no va a conseguir nada si pretende seguir ganando dinero de la misma forma que hace treinta años, es decir, actuando con átomos y no con bytes. Ni siquiera les va a ayudar la ministra de Cultura, integrante de un gobierno tan moderno y "progre", pero tan anticuado en su propuesta para hacer de Internet un espacio de negocio en el que todos ganen. Que se lean La Larga Cola, el libro de Chris Anderson que explica cómo se puede ganar dinero en esta selva digital.
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